20 de noviembre de 2017
EN LAS NUBES
Somos complementarios
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Del abuso sexual a la denuncia tardía nos comenta doña Rosa Chávez Cárdenas. Y abre interesante dialogo. Aquí lo exponemos para el análisis externo. No sin antes advertir que nada tiene que ver con el aniversario de la Revolución. Históricamente se ha intentado explicar la violencia como un problema de naturaleza sexual en donde el hombre satisface impulsos irrefrenables, con la justificación que la hormona, mata la neurona. En años recientes se habla en voz alta del tema como un fenómeno que atenta contra la integridad psicofísica de la víctima, considerándola como la manifestación extrema de la desvalorización y discriminación y la falta de respeto por sus derechos humanos. El abuso sexual no es privativo de las mujeres, también los hombres han sufrido abuso sexual, por otros hombres, y hasta por mujeres, con la diferencia que por vergüenza pocos varones lo comparten. En esencia el abuso sexual es un acto en el que se impone una relación desigual entre el agresor y la víctima. Un niño inocente frente a un pedófilo, se queda paralizado por miedo y confusión, además las amenazas que el agresor obliga para que no se lo cuente a nadie.
En cuanto el abuso a la mujer, la violencia basada en género es producto de una socialización diferenciada que considera a la mujer un ser inferior y al hombre se le cataloga superior con impulsos instintivos por su naturaleza.
Cuando era niña, explica doña Rosa no se hablaba del abuso sexual. Parecía que no existía, de manera que las víctimas cargábamos con la confusión del hecho.
En la búsqueda de recuperación, en mi vida profesional, añade, me convertí en especialista, al tratar tantos casos de hombres y mujeres que sufrieron abuso sexual de niños.
No entiendo esta campaña de las actrices de Hollywood (sin duda, una de las industrias más poderosas de los norteamericanos). Denunciar a los famosos, es una cacería de brujas contra los poderosos, esos, que les dieron trabajo.
Preguntaríamos por qué no los denunciaron en su momento. Y la respuesta es fácil: se convirtieron en cómplices por conveniencia, porque de alguna manera obtenían beneficios.
Ahora que son famosas se desata la campaña, hasta llamadas telefónicas, acusaciones que rayan en lo ridículo. Ventilan intimidades en plan de víctimas, cuando lo que buscaban en su momento eran privilegios.
Claro que es muy diferente el abuso sexual a un niño que a una mujer adulta. Ahora resulta que a las mujeres no nos pueden tocar ni con el pétalo de una rosa. Afirma doña Rosa que por supuesto que hemos tenido insinuaciones. Y reconoce que no causan miedo, no estamos atadas para defendernos.
Superado este el problema de niña, no etiqueta a todos los hombres como agresores.
Añade doña Rosa, que al pensar en un equilibrio de género, quisiera escuchar la contraparte, a los hombres, que también son seducidos por mujeres para obtener beneficios laborales y económicos. Tienen acuerdos respetables entre ellos y ellas.
Supone, acaso con razón, que estas denuncias seguramente son distractores de tantas críticas al Presidente Trump, quien, dicen, no puede controlar sus impulsos y hasta puede llevar al mundo a otra guerra.
Sorprende, advierte doña Rosa, cómo esa sociedad americana tan puritana, hace escándalos por las infidelidades de los famosos, como el de Bill Clinton, sin importarles los abusos económicos que se hacen a otros países. Los atentados en su territorio por fanáticos. O los adolescentes que entran a las escuelas y matan a sus compañeros.
No quieren dar su brazo a torcer en cuanto a la facilidad de comprar armas hasta en los mercados de pulgas.
Qué le pasa a las sociedades capitalistas, que no pueden llenar sus vacíos existenciales, y se vuelven consumidoras de drogas, en la ley de la oferta y la demanda. En las broncas que causan a los países productores como el nuestro, para el beneficio de los grupos productores.
Es decir, compartimos, tanta descomposición social, un intercambio perverso: venta de armas contra venta de drogas.
O como la campaña de colocar a la mujer como víctima y al hombre como agresor no ayuda para abonar a la equidad de género, necesitamos campañas inteligentes, educación sexual desde pequeños, sin prejuicios y fomentar, actitudes como autonomía y confianza en sí mismos.
Más comunicación y menos oscurantismo, para encontrar fortaleza en la debilidad.
Hombres y mujeres no somos iguales, no somos diferentes somos complementarios. Coincidimos.
craveloygalindo@gmail.com