23 de abril de 2020
EN LAS NUBES
Pláticas de un reportero confinado y de bella dama
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Pero antes un mensaje de la poeta y escritora Rosa María Campos sobre El día de la Tierra, que nosotros aplicamos a los periodistas inconformes de todo y disienten sin razón de lo que hace en México el inquilino de Palacio Nacional.
Ella, siempre bella, nos dice:
“Una vez, hace mucho tiempo, existió un planeta distante, que se destruyó así mismo. Este planeta pertenecía a un sistema solar lejano.
¿Fue un accidente?
No, lo que sucedió fue que sus habitantes agresivos, corruptos, voraces, indolentes y soberbios vivían sin tiempo para aprender amarse, respetarse a sí mismos y menos aún para amar, y respetar a los otros.
Su placer consistía en consumir lo que exigía la presión de la propaganda y satisfacer sus necesidades artificiales, sin importarles que, para lograrlo, tuvieran que depredar sin piedad a su generoso entorno, que de gratis les brindaba aire, agua, comida, paisajes maravillosos.
Estos egoístas insaciables eran ajenos a la interdependencia de su propio planeta, con el resto de planetas del universo y totalmente indiferentes a los mensajes que él les enviaba suplicándoles que se acercaran a Dios, liberaran su corazón del odio, vivieran con sencillez, y que unidos cultivaran un sentido de responsabilidad universal, en apoyo de los más débiles de la familia global.
Es más, estos soberbios ignorantes ni siquiera intentaron sacar de entre sus bolas de naftalina los sentimientos amorosos con los que se suponía habían nacido.
En estas condiciones de deterioro humano, los insaciables poderosos planearon para su beneficio un cruel acto de violencia, luego otro y otro más a gran escala, hasta que el planeta después de lanzar un enorme eructo se convirtió en un agujero negro, que dejo escapar algunas partículas para que se transformaran en un cinturón de asteroides alrededor del sol, hasta que el errante viento cósmico las convirtiera en polvo…”.
Nuestra gratitud a la también a esta inteligente periodista.
Lo leímos con interés. Como colegas-hermanados por la vida. Y porque en mucho tiene razón, y rememora, nuestra función compartimos con alegría y entusiasmo este comentario, que no tiene desperdicio y mucho de enseñanza, de un maestro del periodismo, el licenciado y doctor en periodismo don Teodoro Rentería Arroyave.
Integro, don Teodoro:
“Desde luego que debemos de ser los primeros en atender las indicaciones de las autoridades de salud y el llamado del presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que ante la emergencia de la pandemia por el COVID19, primero los niños, las mujeres y los hombres de la tercera edad, los abuelitos, porque todos los somos, porque aunque no tengamos nietos o bisnietos en línea directa, somos tíos abuelos. Y desde luego los que padecen enfermedades críticas.
Este reportero, octogenario, el 30 junio llegará, espero qué gracias al encierro, a los primeros 83 años.
Algunos colegas, entre ellos amigos muy queridos a los que considero mis hermanos; los señalo porque siempre he manifestado que un pariente consanguíneo es un accidente de la naturaleza, en cambio a los amigos se les escoge y se les hace hermanos, me han dicho que ya es tiempo de separarnos, de descansar de la brega diaria y de las luchas que nos son afines.
No ahora, desde siempre he expresado y mi posición es firme: hasta el último aliento de mi vida soy y seguiré reportero comprometido con mis ideales.
Con unos 8 años menos estaría en la reporteada, con todos los cuidados, porque insisto, el periodista tiene que cuidarse, nada de hacerle al “niño héroe”.
Para las y los jóvenes que se inician en estas apasionantes tareas periodísticas por críticas y peligrosas, también para los que ya están inmersos en ellas y para mis contemporáneos, les relato cómo sucede un día de un periodista enclaustrado.
Primero debo decirles, que acostumbro desvelarme porque me place leer y trabajar de noche y de madrugada.
Nada especial, porque en cualquier momento lo aprovecho para dormir en forma profunda.
Me despierto alrededor de las 7:00, preparoel café, porque me gusta el toque personal que le doy. Desayuno con la pareja de vida y amor, Silvia.
Hago los ejercicios recomendados por los amigos médicos queridos desde hace años. Cardiólogo, Ricardo Escandón Martínez y quiroprácticos Konrad y Guebhard Sproll, padre e hijo.
El aseo personal es muy importante, lo peor es dejarse, hasta por respeto con quien convives y contigo mismo. Rasurada diaria y acicalarse como si tuvieras una importante reunión.
Que miseria permanecer en pijama.
De ahí, subo a mi palomar, mi oficina en un tercer nivel; ya preparado en mente sobre los temas de actualidad, pergeñar el Comentario a Tiempo de todos los días y mandarlo a todos los colegas que lo difunden o lo publican.
Luego me doy tiempo para organizar archivos que jamás se terminan, aunque en verdad no sé de qué sirve este esfuerzo.
Me pregunto: ¿si dentro algunos años serán basura? Por lo pronto hemos decidido donar la filmo-videoteca y la biblioteca a instituciones que las aprecien.
Llega la hora de la comida, Silvia la prepara la mayoría de las veces. Cuando se trata de baguettes o de sándwiches, el autor es el encargado, desde siempre me salen exquisitos.
Obvio, la pitanza, bautizada espirituosamente.
(Seguramente una a la una, Wiski o mezcal como aconseja don Fausto y bebemos todos)
Antes de que me entre la modorra, a caminar alrededor de la cancha de tenis, es decir, de la contracancha y sus laterales para completar 2 kilómetros diarios, luego ver en televisión el reporte diario del coronavirus en México y en el mundo. Me doy tiempo para comunicarme, por vía telefónica o cibernética, con los familiares y amigos. A veces a distancia los lazos sentimentales son más fuertes e indisolubles.
Algo de divertimento, grabar el “Comentario a Tiempo” para su transmisión tempranera en radio, lectura, que incluye las noticias de última hora. Si no lo haces no concilias el sueño, y volver a empezar
con amor a la vida, a los tuyos y a los amigos. Así transcurren estos días de un reportero enjaulado”.
Nos hicieron recordar nuestra mocedad. Gracias a ambos. craveloygalindo@mail.com