19 de enero de 2020
EN LAS NUBES
La ternura de los muertos
Carlos Ravelo Galindo, afirma.
Debemos hablar de quienes se han ido, sin decir nombres, Bety, para no perturbarlos.
Nos lo ponen en bandeja de plata con este poema “No te mueras con tus muertos” cuyo autor es René Juan Trossero, de 86 años, fue sacerdote y a los 45 se recibió de psicólogo en Buenos Aires.
“¿Sabes que cuando lloras a tus muertos, lloras por ti y no por ellos?
Lloras porque los perdiste, porque no los tienes a tu lado, porque si todo concluye con la muerte, tus muertos ya no están, ni siquiera para sufrir por haber muerto; si la vida continúa más allá de la muerte, ¿Por qué apenarte por tus muertos?
Cuando hayas terminado de aceptar que tus muertos se murieron, dejarás de llorarlos y los recuperarás en el recuerdo para que te acompañen con la alegría de todo lo vivido…
No te mueras con tus muertos, recuerda que donde ardió el fuego del amor y la vida, debajo de las cenizas muertas, quedan brasas. Esperan el soplo para hacerse las llamas.
Si dices, que sin tus muertos no podrás seguir la vida, no digas qué porque los amabas tanto, sino por cuanto los necesitabas, (y no es lo mismo amar que necesitar).
Si lo aceptas así tal vez descubras para tu crecimiento que tu vida consiste en ser tu vida… ¡Y no la de los otros!
No frenes tus lágrimas cuando llegan, ni fuerces el llanto cuando se aleja.
No dejes de llorar, porque alguien lo reprueba, ni te obligues a llorar porque si no: “¿Qué dirán los otros? Respeta tu dolor, y tu manera de expresarlo.
No te mueras con tus muertos; ¡déjalos partir, como parten las golondrinas en otoño, para anidar en otros climas y volver más numerosas y crecidas, en otra primavera!
Las lágrimas que ocultas, el dolor que escondes y la protesta que callas, no desaparecen: Quedan al asecho del momento en el que puedan estallar.
Y es mejor que lo vivas todo en su tiempo y en su hora.
Es común que las personas guarden buena cantidad de culpas para reprocharse ante sus muertos. ¡No lo hagas contigo!
Tus muertos no ganan nada, con tus insomnios de remordimientos.
Ámalos ahora; recuérdalos con amor, y, quizás, si ganen algo.
Como otro nacimiento….
Tú y yo solo vemos una cara de la muerte, la del otro lado se nos escapa. ¿Qué sentirías si miraras la muerte como otro nacimiento?
A la hora de cosechar…Tus muertos no están en el cementerio.
Nunca estuvieron ahí, salvo cuando estaban vivos
¿Me preguntas dónde están…? Y no puedo responder por ti.
Yo sé dónde están, “para mi” los míos; pregúntate tú a ti mismo donde crees que están “para ti” los tuyos.
El cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas.
Ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas ya sembradas; regresa al campo a la hora de cosechar espigas.
Rosa María Campos, amablemente, nos lo compartió, amigo Octavio.
Recomienda, como también lo haces aún, a Rene J. Trossero que escribe por amor al prójimo y para aconsejarlo en diferentes etapas de la vida derramemos rosas:
Rosas de alegría, rosas de perdón, rosas de cariño, y de exultación.
craveloygalindo@gmail.com