30 de octubre de 2017                                                                                                                                                                   Carlos Ravelo Galindo, afirma:       

La civilización ha llevado a la sociedad moderna a una serie de avatares desconocidos anteriormente. Es posible que siempre estuvieran presentes, aun cuando, desde luego, en forma e intensidad diferentes y no se identificaran como tales.

En épocas posteriores se han modificado aún más, hasta que el hombre, con el incremento del conocimiento, se dio cuenta de ellos y logró una identificación en el momento actual.

Lo curioso es que no se hablara de este suceso en épocas pasadas ya que en cada una de nuestra existencia el estrés siempre ha estado presente. Tocar el tema, escabroso, difícil de explicar, requería de alguien inmerso en la materia. Sí nuestro amigo el médico Fernando Calderón Ramírez de Aguilar.

Nos comenta que hace ya mucho tiempo tuvo la oportunidad de comprar en una librería de viejo dos libros diferentes escritos por el profesor Hans Selye. Uno fue el primer tomo del estrés (nunca pudo conseguir el segundo) y el otro sobre su endocrinología. Los leyó, nos explica, ávidamente en las partes que juzgó pertinentes y quedó maravillado al entender una gran cantidad de sucesos que como médico ocurrían a su alrededor.

Hace tiempo, y por pura casualidad, conoció a Hans Selye en la Universidad MacGill. “Siempre he lamentado que mi desconocimiento del idioma me impidiera un trato más cercano con él. Ya que era una persona agradable, paciente y tolerante, además de un sabio profesor e investigador reconocido mundialmente”. Advierte.

No fue sino hasta la década del 30 del siglo pasado, hace más de ochenta años, cuando el hombre esperaba la aparición de Hans Selye. Para que identificara en todos los enfermos que estudiaba, independientemente del padecimiento de que se tratara un conjunto de síntomas comunes:

Fatiga, pérdida del apetito, baja de peso, astenia y algún otro síntoma, a lo que llamó el síndrome de estar enfermo.

Fungía como director del Instituto de Medicina y Cirugía Experimental de la Universidad MacGill de Montreal, Canadá, e hijo del cirujano austriaco Hugo Selye.                                                                       En 1950 Selye publicó su investigación más famosa, Estrés un estudio sobre la ansiedad.

Reconoce don Fernando que era evidente que el individuo se encontraba realmente en un estado de inadaptación causado por múltiples factores y trataba de corregirlos al adaptar su conducta a todos estos acontecimientos.

La necesidad elemental de supervivencia se lo exigía. Pero lo que resulta verdaderamente nuevo es la característica del estrés que no es solamente físico, sino también de un componente psíquico. Esto da por resultado la reunificación del cuerpo y el espíritu y, por ende, se deduce su terapéutica.

El hombre actual ve con desasosiego que su salud se encuentra cada vez más amenazada, por la vida psicosocio económica y, sobre todo, profesional, Y las dificultades para adaptase a una sociedad tan cambiante dominada por los medios de comunicación, la ciencia, la técnica y la tecnología que dominan el mundo como reyes absolutistas

En su desempeño, la medicina aporta muchos mecanismos que igualmente se dan en otras disciplinas y que no se identifican. A veces se piensa acerca del por qué los sociólogos, los políticos, los administradores, y otros funcionarios, no aplican estos conceptos médicos en su actuar diario para mejorar la vida del hombre.

Dice don Fernando Calderón Ramírez de Aguilar que el mismo Hans Selye se refería a la necesidad del dominio del estrés y decía “El hombre moderno debe dominar su estrés y aprender a adaptarse, pues de lo contrario se verá condenado a una serie de fracasos, a la enfermedad y a la muerte prematura”.                                                                                                               

Al leer el libro de René Dubos, El hombre en adaptación, encontramos relatos de cómo algunos grupos animales la manejan. Particularmente llama la atención como lo hacen los lemmings:      Cuando la colonia se colma en grandes grupos, generan una carrera y se avientan para morir en un precipicio, hasta que la colonia queda con un número suficiente de animales como para asegurar la supervivencia.

Por otra parte, entre los roedores, al aumentar su número peligrosamente, los ratones prefieren ya no engendrar y se vuelve, homosexuales. ¡Es un libro fantástico, digno de leer! Nos sugiere nuestro interlocutor Calderón Ramírez de Aguilar.

En cambio, cuando el hombre encuentra que su explosión demográfica es grave y peligrosa, recurre a las guerras, o trata de poner en práctica una planificación familiar, la que rápidamente es fallida. Las fuerzas religiosas de la sociedad lo impiden y sigue el engendro al máximo.

Provoca esto angustia y desasosiego inevitable, así como un grado de desadaptación que sirve para que los poderosos los traten de controlar. En otros términos, una alegría intensa, una emoción agradable, un beso apasionado o una buena noticia, producen los mismos efectos que una emoción desagradable o una mala noticia y en los dos casos son causa de estrés.

En ambas situaciones el corazón latirá más fuerte, la respiración será más rápida, el nivel de azúcar aumentará en la sangre y serán liberados ácidos grasos de las reservas adiposas para proporcionar la energía necesaria para la defensa contra la agresión. Pero también para la supervivencia y la adaptación a las nuevas condiciones.                Otras veces, en el lenguaje popular se experimenta como un estado de fatiga, de cansancio, de tensión nerviosa, de agotamiento.

Son factores psicoemocionales, la frustración, contrariedad o coacción, insatisfacción, tedio, miedo, agotamiento por cansancio, decepción, celos, envidia, timidez, no haber logrado el éxito, darles vuelta a los asuntos, emociones intensas buenas o malas.

Muerte o enfermedad de un pariente cercano, fracaso, quiebra, éxito brusco, problemas afectivos y conyugales, sobre todo el divorcio, cambios de medio ambiente, trasplantes, mudanza de domicilio, promoción profesional, traslado a otra ciudad insomnio.

Son físicos. Hambre, enfermedad, agotamiento por cansancio, fatiga, frío inclemente grandes calores, cambios climáticos repetidos, contaminación, ruido, trabajo nocturno.

Y biológicos. Sub o superalimentación, exceso o insuficiencia de proteínas, exceso de sal, exceso de café, de tabaco o de alcohol, vida sedentaria.

Por su susceptibilidad al estrés los individuos de han clasificado en tres tipos:

Sujetos ambiciosos, agresivos e impulsivos, irritables, de carácter histeroide, que viven constantemente bajo tensión y en competencia. Sus enfermedades frecuentes son las cardiovasculares y digestivas: hipertensión arterial, angina de pecho, infarto del miocardio, hemorragia cerebral, ulcera gástrica, colitis, obesidad y aumento en sangre del colesterol malo.

El tipo ideal de comportamiento; son las personas que se encuentran más protegidas.

Y el grupo de sujetos predispuestos por el alcoholismo, la criminalidad, el mal comportamiento en general y ciertos padecimientos mentales como el trastorno bipolar. Todo esto se refuerza, o poco se mitiga, por el ambiente.

El código genético es implacable nos dice don Fernando.

craveloygalindo@gmail.com