26 de abril de 2020
EN LAS NUBES
La historia y la amistad sincera. Afines
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Con humilde recordamos dondequiera te encuentres, son tus amigos los que hacen tu mundo
Pero antes, nuestra gratitud a doña Virginia Castillo Palma, que nos hace saber lo que doña Coca publica en editorial 7dias:
“Hola Carlos, buen día.
Saludos desde el confinamiento aquí en Puebla.
Me imagino que tú también estás en el aislamiento forzoso.
Me encantó esta columna del día de hoy, dónde una dama te escribió exactamente lo que proyectas.
Y ni me digas que te sonrojas, porque es la verdad. Todas tus amigas tenemos la misma percepción de ti.
Te mando un cordial saludo y mis mejores deseos porque te recuperes totalmente.
Un abrazo con cariño con mucho cariño…. Coca”.
Díganme si no es hermosa la amistad sincera.
Y lo decimos también por doña Norma a quien copiamos hoy.
Casi imposible leer ‘La peste’, de Albert Camus, y quedar indiferente. Camus cierra la obra con este corolario:
“Al oír los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada.
Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás.
Que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, en los pañuelos y los papeles.
Que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.
Su producción literaria, periodística y filosófica marcó el siglo XX con sus ideas sobre la existencia humana y lo absurdo de la sociedad de su tiempo.
Su obra es el mejor espejo de un tiempo convulso y su análisis no caduca.
Albert Camus (Argelia,1913-Fancia,1960) novelista, dramaturgo y ensayista francés vivió una infancia al límite, que fue el motor de una existencia siempre en la frontera de la desesperación y la esperanza. De los suburbios más pobres de Argel a la Francia de la resistencia antinazi y el existencialismo.
De la pobreza al Premio Nobel de Literatura en 1957.
Siempre en los extremos, estudió Filosofía y Letras. Rechazado como profesor por padecer tuberculosis, decidió incursionar en el periodismo y ejercer como corresponsal del diario Alter Republicáis; después trabajó como redactor en el París-Soir.
En 1942 se publicaron su novela corta ‘El extranjero’ y el ensayo ‘El mito de Sísifo’, obras con las que cobró notoriedad y en las cuales se refleja la influencia que el existencialismo tuvo en él.
Entre su vasta producción literaria y ensayística destacan ‘La caída’, ‘La muerte feliz’, ‘El exilio y el reino’, ‘El impromptu de los filósofos’, ‘El estado de sitio’, ‘Los justos’, ‘Cartas a un amigo alemán’, ‘Bodas’, ‘La crisis del hombre’, ‘Ni víctimas ni verdugos’ y ‘El hombre rebelde’.
Y nada mejor para enterarnos que en La Biblioteca de Arcadia, al escrito excepcional –valga adjetivo- de Norma Vázquez Alanís.
Nos describe el libro “La Peste”. Así:
“Una epidemia de peste bubónica cambia la vida de los habitantes del puerto de Orán, en la costa de Argelia, que permanece sitiado por un largo periodo en el cual sufren el aislamiento, el temor de propagación y la muerte de cientos de coterráneos; la experiencia es narrada por una multiplicidad de voces, reunidas por el doctor Bernard Rieux en una minuciosa crónica sobre ese episodio, que ocurrió en la primavera de algún año de la década del 40.
Este antiquísimo mal -documentado desde la Grecia clásica y el Medioevo, hasta la época contemporánea (2014 en Madagascar)- es tema para la novela ‘La peste’ de Albert Camus (Debolsillo, Random House Grupo Editorial, enero 2014, 255 páginas), cuyo personaje central es la urbe, y su eje espiritual es su destino colectivo a merced de la naturaleza devastadora.
La novela de Camus es compacta, coherente y cada cabo se ata en su debido momento a través de un sinfín de cuestionamientos de esos individuos atrapados en el cerco sanitario impuesto por las autoridades, respecto a su manera de proceder en la cotidianidad de sus vidas, su interactuación con la realidad y su sentido del porvenir.
A Camus le bastan palabras sencillas para producir efectos estremecedores en el lector y es difícil que éste quede indiferente, porque representa un reto constante tener que recrear con lujo de detalles tantos elementos, sucesos y sentimientos que forman parte de una gran metáfora -que el autor no esconde-: la de Francia ocupada y apartada de la civilización por la ‘peste’ del nazismo.
‘La peste’ no tiene giros inesperados en la trama, puesto que se trata de un relato referencial, pero es una historia profundamente humana en un contexto asfixiante que envuelve al lector en la desesperanza de los habitantes de Orán, quienes ante la tragedia muestran una de sus mejores cualidades, la fraternidad.
Los encargados de contar el desarrollo de la epidemia no se desnaturalizan en medio de la miseria que representa estar encerrados por tiempo indefinido en una agotadora y persistente enfermedad, sin futuro, sin anuencia para albergar esperanza, sino que luchan estoicamente por un más acá y no un más allá prometido por la religión.
Camus presenta en el transcurso del argumento una breve, pero importante, discusión entre la fe, representada por el sacerdote Paneloux, y la ciencia, en voz del médico Rieux, que aborda temas como el deber divino y el deber del hombre, lo pragmático del hacer y lo estúpido del orar cuando se enfrenta una epidemia de peste que mengua inexorablemente a la población de Orán y vuelve el futuro incierto.
Paneloux representa una visión del mundo desde lo religioso, para él la peste que afecta a Orán es un castigo divino y sólo el arrepentimiento puede permitir la salvación, en tanto que el doctor Rieux enarbola el saber científico y sostiene que el ser humano suele desarrollar las virtudes máximas ante las desgracias, porque éstas invocan el ‘yo’ y el ‘ahora’ gracias a lo cual la existencia cobra sentido.
En esta novela, Rioux es el personaje más reflexivo y cuestionador frente a la vida.
Representa el aspecto práctico de Camus, mientras que Tarraou, en constante rebelión contra las fuerzas de Tánatos, encarna su conciencia social.
Este último evoca la tranquilidad espiritual de las personas que ya lo han visto todo en la vida, es un moralista de mucha sensibilidad.
craveloygalindo@gmail.com