28 de noviembre de 2019

EN LAS NUBES  

         Carlos Ravelo Galindo, afirma:

         En México, los sucesos de 1989 abarcaron desde la captura de los presuntos homicidas del periodista Manuel Buendía y la recuperación de las joyas robadas al Museo Nacional de Antropología, hasta los acuerdos iniciales con los acreedores extranjeros, y la primera victoria de un candidato de la oposición a una gubernatura: la de Ernesto Rufo, del Partido Acción Nacional, en Baja California.

         Bajo diversas circunstancias los sindicatos de petroleros, maestros y músicos renovaron a sus hasta entonces inamovibles dirigentes.

          En el primer caso, fueron detenidos por distintos delitos Joaquín Hernández Galicia La Quina, Salvador Barragán Camacho y José Sosa. 

         Los montañistas mexicanos Ricardo Torres Nava y el matrimonio Carsolio conquistaron el Everest en sendas expediciones, aunque sus respectivos acompañantes murieron accidentados.

         El pintor español Salvador Dalí y el cantante mexicano Pedro Vargas, fallecieron en 1989.

          El 4 de junio, una creciente campaña de estudiantes chinos en favor de la democracia se disolvió en la Plaza de la Paz Celestial de Pekín, cuando el ejército disparó contra una manifestación y causó al menos cinco mil muertos y 10 mil heridos.

         Sí Sucedió hace 30 años.1989: 

         Del año en que cerró la herida en Alemania, nos platica el historiador, poeta, filólogo, escritor y periodista José Antonio Aspiros Villagómez.

         Entre paréntesis le acaban de editar su enésimo libro.

         Felicitamos a sus editores.

         Empieza con el  punto de encuentro entre el Este y el Oeste, frontera más que simbólica entre dos sistemas contrapuestos, eje de equilibrio de la Guerra Fría, y una de las mayores infamias cometidas contra la libertad humana, el Muro de Berlín cayó para siempre el 9 de noviembre de 1989.

         Aquella pared de concreto de 169 kilómetros de longitud por cuatro metros de alto que convirtió en una isla dentro de Alemania Democrática a la ciudad de Berlín Occidental, tuvo una vida de 28 años, 2 meses y 27 días, y fue levantada por las autoridades comunistas para evitar la continua fuga de sus ciudadanos.

         La historia del que los berlineses del Oeste llamaron “el Muro de la Ignominia”, está llena de actos heroicos de quienes intentaron escapar. 

         Miles lo lograron al saltar las ventanas, brincar alambradas de púas y hasta por túneles construidos ex profeso.

         Decenas perdieron la vida en el intento, atrapados por el fuego de los centinelas soviéticos y alemanes. 

         Nos hace una síntesis del antagonismo.

         El Muro, que comenzó a edificarse el 13 de agosto de 1961, por un lado fortaleció el ansia de libertad de quienes eran sus víctimas y, por otro, fue una frágil línea divisoria entre la guerra y la paz mundiales.

          Simbolizaba la extensa franja europea desde cuyos márgenes se dejaban ver, frente a frente y en un constante estado de tensión, los dos bloques militares antagónicos: la OTAN y el Pacto de Varsovia.

         Fue el propio pueblo alemán el protagonista de los cambios. 

         Si bien los gobiernos de ambas Alemania, este y oeste,  tuvieron cada vez más acercamientos y acuerdos, eso no resolvió el planteamiento de la reunificación nacional, considerado como un requisito para la normalización europea.

         La presión de incontables familias divididas, las diferencias en el desarrollo de cada Estado alemán, los contrastes en el terreno de los derechos humanos y, como influencias exógenas la Perestroika soviética y la muy reciente emancipación de Polonia y Hungría, acabaron finalmente con el muro.

         Cuando, un mes antes del gran suceso, el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov visitó Berlín, quedo de manifiesto la gran resistencia del líder comunista del  este alemán Erich Honecker al cambio.

          Para entonces, inclusive, el gobierno de Berlín ya tenía dificultades porque, desde septiembre, la población huía a través de la frontera austrohúngara.

         Decenas de miles de inconformes lograron escapar hacia Occidente; cientos de miles se manifestaban cada semana en Leipzig; Honecker y otros dirigentes cayeron; nuevas autoridades fracasaron en sus propósitos de calmar los ánimos populares.

         Finalmente, el 9 de noviembre el Consejo de Ministros acordó abrir todos los pasos fronterizos del país, incluidos los de Berlín, a los ciudadanos de Alemania Democrática. 

         Apenas diez meses antes, Honecker había dicho que el Muro estaría “de pie dentro de 50 o 100 años si persisten las razones para su edificación”.

         La noticia de la caída del Muro causó júbilo mundial.

          La URSS y Estados Unidos expresaron su beneplácito, pero Moscú advirtió contra la idea de una reunificación práctica mientras Europa siguiera dividida en “dos bloques militares opuestos”, y en la Casa Blanca el presidente George Bush habló de “cierto nerviosismo… por los vertiginosos cambios”.

         En el interior de la propia Alemania, mientras que la Democrática rechazaba la posibilidad de tratar el tema de la reunificación, en la Federal surgieron inconformidades y preocupaciones ante las consecuencias que traerían tanto el riesgo de un nuevo despertar nacionalista, como la inmigración masiva desde el lado oriental.

         De cualquier manera, ya no había marcha atrás.

          Desde la primera noche el pueblo berlinés celebró jubiloso el acontecimiento, cruzó en ambas direcciones la ciudad, subió a la Gran Barda para cantar, llorar y reír, y para avisar al mundo que una raza cuyo sistema político había provocado medio siglo atrás la II Guerra Mundial, estaba ahora dándole una oportunidad a la paz.

         A finales de 1989, también hace treinta años, Rumania tuvo su revolución popular que luego se tradujo en un golpe de Estado pues, si bien fue ejecutado el dictador Nicolás Ceausescu.

         La purga de malos gobernantes se extendió al Paraguay, donde -mediante un golpe de Estado- el general Andrés Rodríguez derrocó a Alfredo Stroessner, quien se mantenía en el poder desde 1954. 

         Y en Panamá, una invasión militar estadunidense obligó al “hombre fuerte” Manuel Antonio Noriega a replegarse, en tanto Guillermo Endara tomaba posesión como presidente en la base militar de Fort Clayton, dentro de la zona del Canal controlada por el Pentágono.

         craveloygalindo@gmail.com